Muchacho punk

[Nota de Esteban R. Esteban publicada en Radar, Página/12, en el 98. Link al enlace original.]

[Gracias a Iván Mirabal y a Pablo Bernini por esta colaboración.]

Mariano Esaín es integrante de una camada de rockeros argentinos que tuvieron el casi imposible objetivo de convertirse en estrellas pop durante la década de “Menem presidente”. El grupo con que lo intentó se llamaba igual que su grupo actual: Menos que cero. Pero no lo acompañan los mismos músicos ni los mismos objetivos: ahora todo se reduce a hacer buena música y mucho ruido.



La Buenos Aires de la década del noventa es la misma Buenos Aires de siempre, pero con un agregado de cosas que antes no existían: negocios todo por $2, rock alterlatino, templos evangelistas a granel, clima tropical, televisión por cable, body piercing, fútbol todos los días y algunas otras barbaridades. En este contexto, que un grupo de rock se llame Menos que cero parece sugerir una cuenta regresiva hacia algo: tal vez un despegue, o una explosión. Mientras tanto, los Menos que cero se dedican a realizar recitales de rock decididamente ruidosos sin preocuparse demasiado por los oídos de su audiencia ni por los propios, algo extraño de por sí y más aún si se tiene en cuenta que tres años atrás Mariano Esaín y sus compañeros de grupo eran saludados como una de las promesas de la música pop argentina.


EL HIJO DEL BATERISTA


El niño Marianito Esaín escuchaba los discos de jazz de New Orleans que acumulaba su papá baterista. A los diez años descubrió el rock, vía los Beatles y Queen, y la revista Pelo sumó un lector. Sus primos mayores le pasaron discos de Pescado Rabioso, Crucis, Color Humano y otros grupos de rock nacional de la década del setenta. Ya para los trece años sentía o sabía que iba a hacer algo que tuviera que ver con la música, y seguía escuchando, investigando y comprando discos (el primero que compró fue el primero de Almendra). Aprendió guitarra y empezó a juntarse con gente para tocar. Le gustaban Hendrix, Cream, Led Zeppelin, la música progresiva, el jazz rock y la música electrónica. Si bien había escuchado y leído sobre punk, no entendía bien de qué se trataba eso hasta que un día, en un programa de radio conducido por Tom Lupo, escuchó a los Sex Pistols. Un mes después se había deshecho de su colección de discos y ya tenía claro que para hacer música tenía que haber una batería, un bajo y una guitarra que sonara muy fuerte.


Su primer grupo se llamó Bootleg, y si bien estaba formado por un grupo de compañeros de colegio, Mariano ya imponía algunas pautas que resultarían constantes en su carrera, mezclando melodías y armonías beatlescas con actitud y volumen punk. Luego ingresó como guitarrista de la banda Víctimas de Hiroshima, y de su cantante y compositor Fernando García aprendió que las canciones también tenían que tener letras. La siguiente banda se llamó Revólver, también con Fernando García y con Fernando Minimal como baterista. Ante la falta de perspectivas con Revólver, Esaín ingresó como tecladista en Martes Menta, pilar fundante, junto a Babasónicos y Juana la loca, del movimiento sónico que trató de copar el rock nacional a principios de los noventa. Esaín abandonó Martes Menta y armó su siguiente grupo que se llamó Menos que cero, nombre de una canción de Elvis Costello y título de un libro de Bret Easton Ellis que leyó pero que no le gustó.


EL TRIO DE AYER


El Menos que cero que empezó a tocar a mediados de 1994 es otro grupo con respecto al que se puede ver y oír hoy en día. La primera formación era un trío integrado por Mariano en guitarra y voz, Tony Vila en bajo y voz y Fernando Minimal en batería. Para quienes los vieron alguna vez en vivo, resulta difícil olvidar la imagen del grupo tocando: sobre un fondo de baterista aporreando su instrumento, Tony y Mariano cantaban a dos voces melodías pegadizas, con letras desesperadas y urgentes. Mariano disimulaba su pelada con una gorrita, Tony lucía su elegancia mod, el grupo sonaba fuerte, las canciones eran buenas y entonces parecía que todo estaba listo para el éxito. Habían agotado un casete de producción independiente, participaron en el disco homenaje a Sumo, la crítica los elogiaba, terminaban sus recitales con covers clásicos del rock, no importaba cuánto tocaran porque el público siempre les pedía un tema más (preferentemente de los Who), llenaban reductos underground como La Luna y tocaron en Dr. Jekyll a sala llena, en la presentación de una movida nunca consumada que respondía al nombre de Súperpop. Sólo les faltaba grabar un disco, tener un hit con difusión radial y un videoclip en la MTV para conquistar el mundo. Pero no sucedió de esa manera. Firmaron contratos que no tendrían que haber firmado, grabaron un disco de punk-rock y no uno de pop, y un sábado a la noche, a mediados de 1996, dos meses después de grabar el disco y siete meses antes de que saliera, enojado porque los bares cerraban a las 24 porque al día siguiente había elecciones, Tony le pegó una trompada a una cabina telefónica y se rompió la mano. Y esa mano no fue lo único que se rompió.


El disco salió a principios de 1997 y hoy es prácticamente inconseguible. Más allá de que no fue lo que debió haber sido, es un muy buen disco, con una estética ferroviaria, nublada, triste y tanguera. El grupo duró hasta diciembre de ese año, cuando Tony renunció en vivo, durante lo que sería el último recital, revoleando el bajo y abandonando el escenario. Esta es la triste historia del trío Menos que cero, una historia tan triste como sus canciones.


EL CUARTETO DE HOY


Lo único que tienen en común el trío de entonces y el cuarteto de hoy son el nombre, dos integrantes y algunas canciones. Por lo demás, es un grupo completamente distinto. A Mariano y Fernando se les sumaron Iván Mirabal y Pablo Bernini (un fan marplatense del grupo). Hoy, en vivo, Mariano ocupa el centro del escenario y ya no usa gorrita, mientras que a un costado Pablo toca el bajo y canta, y al otro Iván hace ruidos con su guitarra. Musicalmente este Menos que cero ofrece el trabajo de dos guitarras con estilos completamente dispares pero hermanadas por el volumen con el que parecen querer vengarse de un mundo que no las trató bien, convocando todo tipo de malos espíritus que electrocutan sin piedad en un espectáculo impresionante. El repertorio consiste en algunos temas del trío readaptados y nuevas composiciones que les dan más posibilidades de experimentar sin abandonar el formato canción. Este Menos que cero es un grupo con un líder claro, un muy buen músico que tiene una ética artística que respeta y pone en práctica, un tanguero que hace de sus lamentos y quejas buenas letras de canciones, un punk converso con pasado progresivo e infancia jazzera. Todas estas cosas trascienden y enriquecen su música, y se notan en los escenarios que ocupa el grupo, que sale a tocar como si fuera lo último que va a hacer en la vida.

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