Mariano Esain es uno de los músicos recurrentes del rock independiente local, pero su nombre permanece escondido detrás del de la banda con la que atravesó subrepticiamente los ’90: Menos que Cero. Ahora, con Valle de Muñecas, el chico que se asomó a la escena sónica de la mano de Soda Stereo en el ’92 y se consagró en el indie con Flopa y Minimal, vuelve a las raíces con Folk, un disco propio después de producir lo mejor del último under rioplatense.
Un hombre entre penumbras, y de perfil. Pero no cualquier perfil, sino uno que lo muestra con un brazo extendido. Como si estuviera pidiendo limosna, sosteniendo el mundo o, simplemente, tocando una guitarra. Esa es la foto de portada de Ojos de ciudad, un oscuro EP de apenas cuatro temas, que terminó siendo el último disco de un grupo llamado Menos que Cero. Sí, como el tema de Elvis Costello, como la primera novela de Bret Easton Ellis. Hacia mediados de la década pasada, una de las mejores cosas que se podían hacer de noche en Buenos Aires, si a uno le gustaba ir a ver bandas semidesconocidas que tocasen en lugares pequeños como si pudiesen cambiar el mundo (o al menos rockearlo), era ir a un show de Menos que Cero. Un trío lleno de canciones, melodías y actitud, que sonaba como si Los Beatles nunca hubiesen dejado sus camperas de cuero, grabado ese himno mod llamado “My Generation” y abrazado el punk, casi en el mismo movimiento. Al final, confirmaron la melancolía que destilaban sus temas a pesar de su velocidad y la profecía encerrada en su nombre.
Menos que Cero fue exitoso sólo antes de tener un disco en la calle (¡”Metimos 400 personas en un pub llamado La Luna!”, recuerda su líder, por entonces apenas conocido como Manzanita), y luego protagonizaron lo que ellos consideraron un largo fracaso durante toda la década, editando apenas un disco titulado con el nombre del grupo, un compilado de inéditos y demos, y ese EP que terminó siendo final sin que haya sido pensado así. Aunque aquella portada hoy se pueda ver como profética. Y funcione como perfecto eslabón perdido entre esos desbandados Menos que Cero y su siguiente versión en cuarteto, bautizada como Valle de Muñecas.
“Tal vez haya sido una mala decisión promocional la de cambiar de nombre”, admite hoy Mariano Esain, aquel hombre en penumbras. “Pero quería empezar de cero y eso me obligaba a componer todo un repertorio nuevo.” Aunque el cambio de un grupo al otro fue casi natural, mucho sucedió en el medio. Por ejemplo: el sobrenombre Manzanita (“Que llegué a odiar”, confiesa su portador) devino en Manza. Con ese apodo sin diminutivo, formó parte de un trío fundacional del indie porteño del nuevo siglo, junto a Flopa y Minimal. Y pasó a convertirse en el productor preferido de un nuevo under de guitarras tomar. “El año pasado produje doce discos”, confirma. “Mis preferidos fueron los de Mataplantas, Coiffeur y Astroboy. Y dejó afuera el de Norma porque sólo lo mezclé”, dice Mariano, enumerando discos que entran por derecho propio entre lo mejor de lo que hay por ahí. Siempre que se trate, claro, de salir a escuchar bandas semidesconocidas que quieran cambiar el mundo, o al menos rockearlo. Dentro de esa categoría, por supuesto, ingresa Valle de muñecas, con la que Esain acaba de editar Folk, un disco que en principio iba a ser uno o varios EP complementarios a su álbum debut, Días de suerte. Pero que terminó teniendo formato de disco y uno sorprendentemente bueno. La sorpresa es porque, al ser un álbum de versiones despojadas de temas ya conocidos, nadie esperaba demasiado de él. “Es algo que me han repetido bastante”, confirma Manza. Y agrega: “Pero todos han confesado haberse sorprendido”. Porque, hay también que agregar, Folk es uno de esos discos que conforman al mismo tiempo tanto al más fanático como al que se acerque por primera vez a Valle de Muñecas, una más de esas bandas-semidesconocidas-que-etcetcetc. Sin las cuales, qué duda cabe, eso que llaman rock habría perdido de una vez por todas su razón de ser. “A veces pasa que un fanático del rock nacional más clásico me pregunta por qué ya no hay discos como los de antes”, cuenta Manza. “Siempre pregunto por qué dicen eso, porque a mí me parece que lo que hay ahora en la escena musical no es menos que en otras épocas. Y la respuesta en general es que dicen eso porque lo que escuchan en la radio o en la tele no les llama la atención. Y ahí les recuerdo que si no escuchan cosas buenas entre lo masivo, es porque tal vez nunca hubo cosas buenas ahí. Pescado Rabioso no fue algo masivo.”
Lo más cercano a un momento masivo del que participó un grupo integrado por Mariano Esain fue cuando Martes Menta tocó con Soda Stereo, en el primero de los shows de presentación de Dynamo, aquella vez que el grupo de Cerati invitó a la nueva movida sónica a abrir sus shows. “Me acuerdo que me sangró la nariz durante todo el show”, cuenta Manza con una sonrisa. “¡No había tomado nada! Todos estuvieron nerviosos antes del show, menos yo. Pero se ve que somaticé así.” Junto a bandas como Babasónicos, Los Brujos y Demonios de Tasmania, Martes Menta formó parte de la efímera movida sónica de comienzos de los noventa, una renovación de la escena musical local que luego devino en Nuevo Rock Argentino. De donde salió El Otro Yo, y de la que participaron Attaque 77 y Massacre, por ejemplo.
Criado en Devoto e hijo de un baterista de jazz amateur, Mariano terminó en Martes Menta luego de pasar por otra escena aún más pequeña y efímera, que fue la del nuevo beat porteño de fines de los ’80. Junto a grupos como Minimals, El Lado Salvaje y La Celebración, el entonces Manzanita tocó primero en un grupo llamado Víctimas de Hiroshima y luego integró Revólver. Los nombres lo dicen todo: el pospunk dejó paso al beat, y luego al teclado que tocó en Martes Menta junto a Ariel Minimal. “A mí me gustaba la onda de canciones que tenía Martes Menta, pero cuando fueron mutando al estilo Babasónicos, empecé a armar Menos que Cero”, recuerda este eterno protagonista de la escena under porteña, un hombre callado y de sonrisa fácil, que ha paseado su gusto por las canciones por todos los estilos que caben dentro del indie. “Lo que pasa es que yo me amoldo a los que me rodean”, explica. Por eso, si con Menos que Cero homenajeaba al under británico en las versiones que se pedían a la hora del bis en sus shows, con Folk cruza el Atlántico para homenajear, en sus covers, al indie norteamericano. Caetano dijo que el rock norteamericano era lo verdadero, mientras que el rock británico era un pensamiento sobre esa verdad. Con Valle de Muñecas, Mariano Esain se acerca a las fuentes. Sin dejar de pensar, claro está. En cambiar el mundo, o al menos en rockearlo, ¿en qué otra cosa puede ser?
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